Intérpretes Masculinos
Sofronín Martínez
Los boleros nunca mueren mientras haya enamorados. Eso dijo alguna vez con otras palabras el gran compositor cubano de boleros César Portillo de la Luz, quien era uno de los artífices del movimiento Filin. No todos los que cantan boleros tienen filin. El filin es una vertiente del río sonoro y sentimental del bolero, que se distingue por la manera de cantarlo, ejecutarlo y transmitirlo al público.
Pero si los boleros no mueren tampoco el alma de un bolerista como Sofronín Martínez Heredia Colombiano. (Pasacaballos 1925-Cartagena 1999). Uno se tropieza con el espíritu y la sonrisa ancha y generosa de Sofronín.
Sofro, como le decían en Cartagena sus más allegados amigos, era una criatura bondadosa. Era un espíritu que hacía felices a los demás. Nunca le oí hablar mal de nadie. Nunca tuvo prejuicios sociales y mucho menos raciales y su apertura hacia su aldea natal, Pasacaballos, como las ciudades que lo acogieron: Cartagena y Turbaco, eran de gratitud y afecto infinitos. No era raro que muchos presidentes de Colombia o algunos empresarios o artistas del país buscaran a Sofronín para que los hiciera felices con su sentimiento. El historiador y humanista Ramón “Tito” de Zubiría era uno de los grandes amigos de Sofronín. Cuando presentaron por primera vez a Sofronín en el Festival Internacional del Bolero, en representación de Cartagena, Colombia, alguien en el público gritó que eso era mentira, que él era un bolerista del Oriente cubano.
Es que Sofronín Martínez tenía el don de parecerse a él mismo y a los grandes del bolero de Colombia y de Cuba.
“Sofronín era un taller. Ahora que a los 90 años yo soy un cabrón de la vida, ya sé cosas que no necesito que nadie me diga, me basta ver para darme cuenta”, le confesó César Portillo de la Luz al periodista Juan Martín Fierro, poco antes de morir en 2013, cuando le preguntó por el recuerdo de Sofronín Martínez para su libro Sofronín Martínez, el ángel de Pasacaballos.-
“...Pienso que es muy humano y muy honesto decir que un ser como Sofronín ha dejado una huella que ha sedimentado cultura aquí, y con fraternidad y solidaridad y camaradería, será recordado con respeto y afecto por los que le han sobrevivido”, precisó Portillo de la Luz y dijo algo trascendental acerca de como en un solo ser puede contenerse una memoria colectiva en la cultura y en la música de un país. Sofro era parte esencial de esa memoria que valoran Enrique Luis Muñoz y Juan Martín Fierro en sus semblanzas biográficas y Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur en sus artículos y en su extraordinaria tarea de seleccionar canciones y momentos para el álbum Sofronín Martínez, Alma del bolero, grabado y publicado en el año 2000.
El retrato del ausente
Esta breve semblanza biográfica de Juan Martín Fierro (Bogotá, 1972), tiene el mérito de reunir testimonios de amigos y conocedores de la obra musical de Sofronín Martínez, tanto en Colombia, Cuba y Puerto Rico, y de revisar el aporte interpretativo y la singularidad del bolerista. Más allá de parecerse en el estilo a José Antonio Méndez o asimilar lo mejor del filin, Sofronín fue el pionero de ese género en Cartagena y Colombia. Personalidades de la música cubana, Marta Valdés, Omara Portuondo, Elena Burke, Beatriz Márquez, César Portillo de la Luz, el compositor boricua Tite Curet Alonso, el investigador musical de Cuba residenciado en Puerto Rico, Cristóbal Díaz Ayala, el cantautor español Joan Manuel Serrat, los investigadores colombianos Enrique Luiz Muñoz y César Pagano, al igual que el artista colombiano Alejandro Obregón y la gestora cultural Diana Burgos, celebraron las virtudes humanas y artísticas de Sofronín Martínez.
El corazón de la guitarra
Lo que yo escuchaba cada vez que rasgaba su guitarra y entre silencios dejaba fluir el acento de su voz legendaria de viejo cantante de blues, era el corazón de un hombre inmenso y transparente. Su gracia no estaba en la voz sino en el sentimiento con que cantaba y rasgaba la guitarra, sentimiento puro de un artista sin ínfulas. Grande en su humildad y sencillez. Sofro era la decencia, la elegancia, la honestidad y la integridad como ser humano. Mucho se ha escrito y evocado de las noches célebres en Quemada y del impacto que generó este ser en la comunidad colombiana y del mundo. Juan Martín Fierro me dice ahora por teléfono una idea emocional valiosa para que la ciudad la haga suya: que la Calle de La Amargura, donde cantó tantos años Sofronín Martínez, sea llamada la Calle Sofronín Martínez. La Amargura no puede ser más importante que toda la felicidad musical que deparó Sofro. Una pequeña acción humana y cultural puede generar un cambio de actitud y sentido de pertenencia en Cartagena: que una de las estaciones del Transcaribe tan esperado en estos últimos diez años lleve el nombre de este artista que representó a Colombia en el exterior y mereció el Premio Nicolás Guillén en Cuba.
Sofro en grabaciones
Sofro solo dejó cuatro álbumes pero centenares de grabaciones de conciertos privados y públicos. El primero de ellos es Paseo solo paseo (1965) que incluyó canciones de Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez y Julio Erazo, en formato instrumental, precisa Juan Martín Fierro. En 1965 también los álbumes Piensa en mí, Sofro y su conjunto (sello tropical), con canciones de Agustín Lara, Guty Cárdenas y Rafael Hernández. En 1982, grabó su tercer álbum Cartagena por iniciativa de Davivienda. Incluyó obras de Adolfo Mejía, José A. Morales, Pepé Delgado, Álvaro Carrillo, Calixto Ochoa, Pacho Galán, Rafael Hernández, Roberto Cantoral. El cuarto y último fue en 1994: Sofro en concierto, editado en el estudio Unison de Cartagena por H.A.M. Producciones, con canciones de José Antonio Méndez, Frank Domínguez, Vicente Garrido, Avelino Muñoz, Jaime Echavarría, Marta Valdés.
Solo compuso Guabina en Fa Mayor, elaborada a cuatro manos con Toño Fernández (1962), y el bolero Llanto de gardenias en homenaje a Isolina Carrillo. El periodista y escritor Daniel Samper Pizano y su esposa Pilar Tafur publicaron y grabaron en el sello MTM, de Humberto Moreno, el álbum Alma de bolero: La guitarra y la voz del legendario Sofro (2000), que salvó del olvido veinte casettes con más de 20 horas de música de Sofronín Martínez.
Epílogo
Leer esta semblanza de Fierro y escuchar el álbum de canciones que interpreta Sofro es un inmenso regalo para la felicidad. Él, que era sembrador de un gozo supremo.